¿Para qué estudiar historia?
La historia es cada vez más necesaria
La Historia reflexiona sobre el conjunto de la sociedad en tiempos
pasados y pretende enseñar a comprender cuáles son las claves que están detrás
de los hechos, de los fenómenos históricos, y de los procesos. Tiene un alto
poder formativo para los futuros ciudadanos, en cuanto, aunque no les enseña
cuáles son las causas de los problemas actuales, pero sí les muestra las claves
del funcionamiento social en el pasado. Es por lo tanto un inmejorable
laboratorio de análisis social. La Historia, como ejercicio de análisis de
problemas de las sociedades de otros tiempos, ayuda a comprender la complejidad
de cualquier acontecimiento, de cualquier fenómeno social político…, y de
cualquier proceso histórico analizando causas y consecuencias. Aquí radican sus
mejores posibilidades formativas.
Una historia para el presente a
partir del pasado
La Historia no explica el presente sino el pasado. El no entender esto
explica errores tan importantes como los que se hacen en determinadas
propuestas curriculares que sazonan los problemas actuales con contenidos o
informaciones históricas. Quien así lo propugna demuestra, o ignorancia sobre
lo que es la Historia, o bien incurre en el trasnochado historicismo de los
historiadores románticos o simplemente reaccionarios. El estudio de la Historia
no lleva a la conclusión de que todo se repite como un eterno retorno, y mucho
menos que se pueda conocer por dónde van a transcurrir los acontecimientos. Ya
he dicho en otras ocasiones que el conocimiento histórico no da ninguna
potestad para averiguar el futuro, y ello se demuestra simplemente comprobando
las opiniones, en ocasiones pintorescas, que emiten los historiadores sobre el
presente.
En todo caso, la Historia sirve como primer análisis para abordar los
problemas sociales, políticos o económicos y saber situarlos en un contexto
determinado. Sin embargo, hay veces en que parece que muchas cosas de las que
acontecen no han sido definitivamente resueltas y ante determinadas circunstancias
vuelven a retomarse, tal vez de manera parecida, tal vez envueltas en otras
formas, porque el tiempo no pasa en balde y las cosas van adaptándose a la
nueva época.
La Historia tiene un gran poder
formativo en la educación.
La Historia, como disciplina científica, es un tipo de conocimiento de
un gran poder formativo y también educativo. Y lo tiene por ser un medio válido
para aprender a realizar análisis sociales (en el sentido amplio). Permite estructurar
todas las demás disciplinas sociales y hace posible incorporar muchas
situaciones didácticas para trabajar las diversas habilidades intelectuales y
potenciar el desarrollo personal. Por lo tanto, defiendo que la Historia es una
materia que debe ocupar un lugar importante en el currículo educativo general.
Por consiguiente, la presencia de la Historia en la educación se
justifica por muchas y variadas razones. Además de formar parte de la construcción
de cualquier perspectiva conceptual en el marco de las Ciencias Sociales,
tiene, desde nuestro punto de vista, un interés propio y autosuficiente como materia
educativa de gran potencialidad formadora. Entre otras posibilidades porque
facilita la comprensión del presente, ya que no hay nada en el presente que no pueda
ser comprendido mejor conociendo los antecedentes. La Historia no tiene la pretensión
de ser la “única” disciplina que intenta ayudar a comprender el presente, pero
puede afirmase que, con ella, su conocimiento cobra mayor riqueza y relevancia.
Asimismo, la historia, desde la escuela, prepara a los alumnos para la
vida adulta. La Historia ofrece un marco de referencia para entender los
problemas sociales, para situar la importancia de los acontecimientos diarios,
para usar críticamente la información, en definitiva, para vivir con la plena
conciencia ciudadana; también, potencia en los niños y adolescentes un sentido
de identidad, pues tener una conciencia de los orígenes significa que cuando
sean adultos podrán compartir valores, costumbres, ideas, etc. Nuestra concepción
de la educación no puede llevar a la exclusión o al sectarismo, por lo que la
propia identidad siempre cobra su positiva dimensión en la medida que movilice
hacia la mejor comprensión de lo distinto, lo que equivale a hablar de valores
de tolerancia y de valoración de lo diferente.
Retos en la enseñanza de la Historia
La enseñanza de la Historia, su didáctica, tiene planteados importantes
retos para situarla en su máxima posibilidad formativa como conocimiento
escolar. Los retos suponen superar los problemas actuales, obviar los modelos
casi escolásticos que nos ofrecen los modelos curriculares psicologistas tan en
boga en España e Iberoamérica en las dos últimas décadas. En este sentido,
sugiero que en la enseñanza de la Historia se debe trabajar por dar un fuerte
impulso a la innovación didáctica en la enseñanza de la Historia. Ello
solamente puede hacerse desde la autonomía profesional, la discusión y la
preparación de experiencias y materiales que hagan del alumnado el protagonista
del proceso de aprendizaje.
Tomado de:
Prats, J. (2001). Enseñar historia:
notas para una didáctica renovadora. Mérida: Consejería de Educación, Ciencia y
Tecnología.
Prats, J. (2007, junio). La historia
es cada vez más necesaria para formar personas con criterios. Escuela, pp.22-23.
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